Mira. Esta es mi mam. Ella era campesina y la he
representado sembrando. Aqu en este saquito lleva la
semillas de choclo y las est sembrando en la tierra, dice
mientras me muestra la arpillera que ha ido bordando.
Anita, que por el nombre pareciera una mujer pequea, ya es
adulta, 65 aos y grande, grande, como su corazn.
Mi mam me ense muchas cosas all en el Sur.
Yo haca pan para comer, saba hacer ladrillos para construir una
casa, trabajar la madera, cultivar todos los alimentos
Mientras contina pacientemente dando puntadas, sigue con su
relato: Sal con 15 aos de mi casa. Me vine
para Santiago y me junt con mi marido, un delincuente, ese fue mi
error. Por l he vivido muchos aos de cana.
Cuando la vi, una fra tarde de invierno, en la sala que nos
dejaban para juntarnos en la crcel de mujeres de Santiago, ella
acababa de regresar del hospital donde le hicieron una biopsia.
Tengo la sangre mala, estoy con cncer y me ha salido un bulto
aqu atrs que no me deja ni caminar van a ver
qu es. Y me mira con sus ojos pequeos de
interrogacin.
Se mueve lentamente al caminar, como si pensara donde quiere
poner el pie en cada paso que da y se tambalea de un lado a otro
por el peso de su cuerpo. A m me enferm la muerte de
mi hija. La mat una bala perdida en la poblacin. Eso es lo que me
enferm.
Ahora est acabando de cumplir una ltima condena de 7 aos. Me
cargu yo con esto. Tena que cumplir mi nieto, pero es muy joven y
yo lo asum.
Mientras me cuenta, contina bordando su arpillera, eligiendo
colores alegres y las telas estampadas para coserlas con enorme
creatividad e imaginacin. Ella todava no sabe que morira meses
despus por el abandono institucional y la falta de atencin
sanitaria en la crcel.
A su lado estaba Manuela, otra septuagenaria curtida de la vida,
que en cambio hoy no consegua avanzar en su arpillera. Estaba
taciturna. Sus manos parecan ms temblorosas de lo habitual. Coma
poco y mal. En los ocho aos que llevaba en prisin su salud se haba
deteriorado a la velocidad de la luz: diabetes, problemas con la
vista, varices y ese dolor insoportable de espalda y de cabeza.
De improviso se dirige a m: No s cmo
enfrentar lo que me espera, no s cmo el mundo
habr cambiado, no s cmo moverme por esta gran
ciudad. Se refera a que en unos meses saldra con la
condena cumplida. Le angustiaba lo que podra encontrar, el miedo
cerraba su estmago.
Antes era mi nieto quien me llevaba y traa, desde que lo
mataron no s qu va a ser de m, sola como estoy,
all afuera. De qu voy a vivir?. Todo el celo de la
prisin para contener y elimina...